Nota hecha por Katherine Bustos y María Jesús Rapanague, socias de CEUS CHILE
Nuestros hábitos cambian con el tiempo y, en los últimos años, nos hemos vuelto más cómodos debido a la diversidad de cosas que nos rodean. Estamos en una era donde todo evoluciona, incluso nosotros mismos, aunque no nos demos cuenta de ello. Si pensamos en cómo era la vida antes de los años 70’ (la vida que tenían nuestros abuelos de jóvenes), las personas solían llevar sus propias bolsas para guardar las compras, y la venta de productos, de mercadería por ejemplo, solía hacerse a granel o en envases retornables. En caso de poder hacerlo, tenían huertos, que les permitían obtener sus propios alimentos y manejaban los residuos orgánicos de mejor forma que en la actualidad, solo por nombrar algunos ejemplos. Antes existían otras costumbres y creencias.
Un gran hito de la historia fue la aparición y masificación del plástico. Esto cambió el comportamiento de la población, haciendo desaparecer paulatinamente los hábitos antes mencionados, debido a que que las tiendas comenzaron a asegurar la entrega de envases y empaques, casi siempre plásticos, en cada compra. El gran problema de esta modalidad fue la escasa durabilidad de dichas bolsas y envases, que no pueden ser reutilizados, ya que tienden a romperse, y al ser desechados pueden, de distintas maneras llegar al mar (incluso desde vertederos y rellenos sanitarios), dañando su flora y fauna. Todo esto sin tener en cuenta su poca degradabilidad, que hace que se mantengan por siglos dando vueltas en el ambiente.
Lo anterior no aplica solo a los plásticos. La sociedad de consumo que se fue desarrollando, hizo que se incrementara exponencialmente la demanda de otros bienes (como la madera, el agua, los combustibles fósiles, etc),lo que produjo un notorio aumento en la emisión de gases de efecto invernadero (y la destrucción de numerosos ecosistemas capaces de captar dichos gases o contrarrestar su efecto) que actualmente nos tiene en jaque, ya que ha producido un cambio climático que pone en peligro la continuidad de la vida en la Tierra. Hoy en día nos encontramos en una situación donde nuestra mejor opción es volver a algunas prácticas antiguas, que le permitían al ser humano vivir sin alterar mayormente su entorno.
Los humanos somos animales de costumbres, capaces de adaptarnos y adquirir fácilmente nuevos hábitos. Es justamente esta capacidad, la que nos da la esperanza de poder generar cambios globales, que reduzcan el impacto de nuestra vida en el planeta. Pero el desafío es grande y se requiere de la participación de todas las esferas de la sociedad (sociedad civil, gobiernos, empresas,etc.), precisando un trabajo colaborativo y la creación de políticas públicas efectivas, pero al mismo debemos ser capaces de tomar conciencia y generar un cambio en nosotros mismos.
Cada vez que se habla de medidas para combatir el cambio climático, se mencionan mucho los conceptos de adaptación y mitigación. Sin embargo, hay otro un poco más nuevo que, bajo el contexto de pandemia en que nos encontramos, se ha vuelto especialmente relevante: la transformación. Este concepto se relaciona con cambios significativos, rápidos y profundos, que al mismo tiempo persiguen los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030.
La transformación debe ser planificada según el contexto, y contar con la participación de distintos actores sociales, generando acciones que marcan un antes y después visible, ya que modifican nuestro día a día o la manera en que acostumbramos a vivir, pero nos otorgan otras oportunidades, como nuevos empleos y un ambiente libre de contaminación. Por ejemplo, el cambio en la matriz energética en Chile es transformacional, ya que el sistema está pasando aceleradamente de tener una fuente basada en combustibles fósiles a otra basada en energías renovables.
No obstante, la transformación también puede ser realizada desde nosotros mismos. Hasta hace solo unos meses era común escuchar que no era posible cambiar el sistema, porque la economía colapsaría o porque de todas maneras moriríamos. Pero en estos dos últimos meses, ha quedado en evidencia que sí es posible vivir de una forma menos acelerada. Es inminente que una vez que pase la crisis sanitaria, todos tendremos que reincorporarnos al ritmo de vida que teníamos antes, pero esta vez tenemos la posibilidad de hacerlo transformados, habiendo aprendido, por experiencia, cuáles son las consecuencias que trae priorizar el desarrollo económico por sobre la vida y el bienestar. Es una transformación que está relacionada con el respeto y valoración de nuestro entorno y del resto de la población.
Ya estamos experimentando el cambio climático y no son las “siguientes generaciones” quienes deben ocuparse de esto, somos nosotros. Por ello, te invito a que mientras dure la pandemia, se replanteen su forma de vivir, la forma en que su país está siendo gobernado, las leyes que se hacen, y las bases de la economía mundial y nacional. A replantear sus hábitos, y evaluar cuáles de ellos sienten que deben dejar y cuáles adquirir. En nuestras manos está el futuro de la vida en la Tierra. Replantea tus hábitos, porque está en nuestras manos la sostenibilidad de la vida de los seres humanos y muchas otras especies en la Tierra. /de todas las formas de vida que coexisten en este hogar que llamamos Tierra.