Desde 1994, cada 17 de junio se celebra el Día Mundial de Lucha contra la Desertificación y la Sequía, con el fin de concientizar acerca de las iniciativas internacionales para combatir estos fenómenos. Para aclarar, la desertificación no se refiere al avance de los desiertos existentes, sino que a la degradación continua de los ecosistemas de las zonas secas debido a las actividades humanas —como la sobreexplotación de la tierra, la minería, el sobrepastoreo y la tala indiscriminada— y al cambio climático, cuya persistencia termina convirtiendo a las tierras degradadas en desiertos. Por otro lado, la sequía es el fenómeno que se produce naturalmente cuando las lluvias han sido considerablemente inferiores a los niveles normales registrados, causando un agudo desequilibrio hídrico. Este año, el Día se centra en cambiar las actitudes públicas hacia la principal causa de la desertificación y la degradación de las tierras: la producción y el consumo incesante de la humanidad. En este sentido, es necesario que las personas adquieran hábitos relacionados a un manejo sostenible de los recursos naturales, para lo cual sería importante incorporar los saberes ancestrales de los pueblos indígenas, que han vivido históricamente en armonía con el medio ambiente.
Los pueblos indígenas tienen un gran potencial como agentes de cambio, debido a su estrecha conexión y respeto por la naturaleza. Sin embargo, en gran parte del mundo y en particular en Chile sus voces no son ni han sido escuchadas, peor aún, han visto amenazadas su identidad, territorio y derechos a lo largo de los siglos. Adicional a esto, hoy en día son quienes sufren las peores consecuencias del cambio climático, ya que reúnen 6 características que no se presentan combinadas en ningún otro grupo de la sociedad:
1. Se encuentran entre los más pobres de entre los pobres.
2. Dependen de los bienes naturales más expuestos a la variabilidad y a los extremos climáticos.
3. Habitan en zonas muy vulnerables al cambio climático.
4. Podrían verse obligados a migrar, agravando su vulnerabilidad.
5. El cambio climático exacerba la desigualdad de género que sufren las mujeres indígenas.
6. Existe una falta de reconocimiento de las personas indígenas, sus derechos y sus instituciones.
Es lamentable que sean quienes menos contribuyen a las causas del cambio climático los que más sufren sus efectos. La importancia que tiene la naturaleza para los pueblos indígenas les ha permitido mantener una convivencia armónica con ella, convirtiéndose en los protectores de alrededor del 80% de la biodiversidad en el mundo.
La degradación y desertificación de las tierras no es algo nuevo, de hecho ha sido un elemento fundamental en la historia de la humanidad, contribuyendo a la caída de grandes imperios y desplazando a las poblaciones locales. Sin embargo, se calcula que en la actualidad el ritmo de degradación de las tierras cultivables aumenta a una velocidad entre 30 y 35 veces superior a la histórica. Por lo mismo, la experiencia transmitida de generación en generación junto con la cosmovisión de cada uno de los pueblos indígenas, les ha permitido desarrollar estrategias ante la ocurrencia de sequías y mantener sus territorios aptos para la vida humana. Algunas de ellas son:
– Los pastores nómadas Qasqai en Irán tienen prohibida la tala de árboles, excepto en casos de necesidad extrema, y emplean sistemas sofisticados de exploración y alerta temprana que les permiten predecir las sequías, tomar medidas preventivas y adoptar estrategias de respuesta. Además, conocen el nombre y propiedades de cada especie de pasto en sus tierras.
– Las creencias mitológicas de las comunidades indígenas Wayuu en la Guajira Colombiana alrededor del agua garantizan en muchas ocasiones la sostenibilidad de las fuentes de abastecimiento, valorando el agua como un ser generador de vida y bienestar para los territorios.
– En las tribus Bantú, en África del Sur, se prohíbe la tala de bosques y las prácticas agrícolas en tierras inclinadas, debido al riesgo que conllevan de erosión del suelo. La poda de árboles sólo está autorizada durante períodos específicos del año, lo que permite que los árboles maximicen su producción.
A pesar de que en la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible se insta a los pueblos indígenas a participar activamente en su aplicación, seguimiento y examen, y en el Acuerdo de París se subraya la importancia de sus conocimientos tradicionales para combatir el cambio climático, su participación en la toma de decisiones en políticas públicas que contribuyan a enfrentar el cambio climático es bastante escasa. Sin ir más lejos, en Chile en el Anteproyecto de Ley Marco de Cambio Climático las comunidades indígenas no son consideradas, ni como actores vulnerables ni mucho menos en el aporte que podrían entregar con su saber ancestral convirtiéndose en importantes agentes de cambio. Tampoco se nombran en ninguna parte en la Estrategia Nacional de Cambio Climático y Recursos Vegetacionales presentada el 2016, propuesta que tiene como objetivo disminuir la vulnerabilidad social, ambiental y económica que generan la desertificación, degradación de la tierra y la sequía.
Las comunidades indígenas han tenido que enfrentar solas los fenómenos asociados al cambio climático y la expansión de las industrias extractivistas, que amenazan con la destrucción de sus territorios y su forma de vida. En un mundo en el que los gobiernos atropellan los derechos de sus habitantes más vulnerables en pos del “desarrollo”, es sumamente importante escuchar y amplificar las voces de quienes hoy no tienen voz antes de que sean silenciadas. Por ejemplo, las hermanas Berta y Nicolasa Quintremán se opusieron férreamente a la construcción de la hidroeléctrica Ralco en el Alto Bío Bío (puesta en operaciones el 2006), que inundó sus tierras ancestrales pehuenches y terminó con la muerte de Nicolasa en extrañas circunstancias en el mismo embalse Ralco en el 2013, su lucha contada por ellas mismas se encuentra en este documental. El Lonko Alberto Curamil lideró el movimiento que logró impedir la construcción de 2 centrales hidroeléctricas en el río Cautín, ganando el Premio Ambiental Goldman el 2019, aunque estuvo encarcelado más de un año por supuestos cargos criminales, de los que fue absuelto por unanimidad.
Este día es una oportunidad para reflexionar y tomar conciencia no solo de la importancia de cuidar el agua y la tierra, sino que también de los efectos que trae el mal manejo de los bienes naturales y el cambio climático, que vienen a exacerbar las desigualdades ya existentes. Los pueblos indígenas, grupo más vulnerable a la destrucción de la tierra, con su conocimiento ancestral nos muestran el camino a seguir para tener un modelo de protección más sustentable con la naturaleza y el territorio.