Pescadores artesanales, los guardianes del mar

Por Pablo Iver y Vicente Melo

Cada 25 de junio se celebra el Día de la Gente del Mar, organizado por la Organización Marítima Internacional (IMO) para reconocer a las y los marinas/os de todas las clases, es decir, a todo trabajo que implique una gran cantidad de agua salada, desde guardacostas hasta las Armadas, pasando por las y los pescadores y científicos marinos. En este Día de la Gente del Mar nos gustaría destacar la labor de la gente que trabaja en la pesca artesanal en nuestro país.

La pesca contribuye al sustento de más de 120 millones de personas. La pesca a pequeña escala (o artesanal) produce dos tercios de las capturas destinadas al consumo humano directo y proporciona el 90% del empleo en el sector a nivel mundial. En particular en Chile la pesca entrega 75 mil empleos y, de esos, 60 mil los entrega el sector artesanal, que se relaciona con el 20% de las capturas.

El sector artesanal se encuentra conformado por pescadores que se dedican a la pesca extractiva en un amplio espectro de actividades, que incluyen la recolección de recursos en los sectores costeros (algas y mariscos), el buceo, la actividad de las flotas de diversos tamaños o el trabajo como tripulante en dichas embarcaciones. También se incluyen trabajos como el encarnado (preparación de señuelos) y el charqueo de pescados (técnica milenaria de secado al sol).

El oficio pesquero artesanal y los asentamientos a los que han dado forma han sufrido importantes transformaciones en las últimas décadas. La disminución de los recursos pesqueros tradicionales debido a la sobreexplotación, por la enorme escala con que actúa la pesca industrial de carácter extractivista (encontrando una legislación apropiada para ello en Chile); la instalación de infraestructuras industriales de gran escala (como las termoeléctricas, proyectos como Cruz Grande y salmoneras); y las transformaciones del borde costero ante los desastres naturales (terremoto del 2010, por ejemplo), han generado una fuerte presión hacia la pesca artesanal y sus asentamientos desde hace décadas, con lo cual hoy son espacios fuertemente segregados e invisibilizados.

La sobreexplotación pesquera es reconocida como un problema ambiental y socioeconómico prioritario, que ha reducido la biodiversidad y modificado el funcionamiento de los ecosistemas marinos del mundo. Las actividades de pesca intensiva (por ejemplo, pesca de arrastre), además de perjudicar directamente la biodiversidad marina, pueden modificar el hábitat bentónico (fondo marino y capas más profundas de la columna de agua) y su estructura comunitaria, lo que impacta a complejos procesos ecosistémicos de los océanos afectando su sostenibilidad y resiliencia a largo plazo. En este sentido, uno de los mecanismos más debatidos que utiliza el sector industrial es la pesca de arrastre, ya que es el que produce mayor destrucción. Asimismo, por ser uno de los métodos de pesca menos selectivo, la red de arrastre captura a una gran diversidad de especies que no son el objetivo de la pesca y que, una vez fuera del agua, en su mayoría son descartadas y arrojadas al mar, muertas o moribundas. 

La prohibición de este mecanismo de pesca deja como alternativas sólo métodos de recolección más tradicionales, con lo que se ven beneficiados tanto los pescadores artesanales como el medio ambiente y la biodiversidad. En una declaración en relación a la promulgación de la Ley de la Jibia (que prohíbe la captura mediante pesca de arrastre de este molusco), Hugo Arancibia, Presidente de Ferepa Biobio (Federación Regional de Pescadores Artesanales de la Región del Biobío) dijo lo siguiente: “El arrastre se debe eliminar para la captura […] de todos los recursos del mar porque no tiene sustento ambiental y perjudica la sustentabilidad de los recursos”, evidenciándose así la relevancia que le dan los gremios de pescadoras/es artesanales a la sostenibilidad de la actividad pesquera. 

Asimismo, las organizaciones de pescadores artesanales han trabajado desde hace más de veinte años, a través de la administración de las Áreas de Manejo y Explotación de Recursos Bentónicos (AMERB), en revertir o evitar la condición de sobreexplotación de las pesquerías bentónicas del país. Un ejemplo de esto es el Archipiélago de Humboldt, ubicado 100 kilómetros al norte de la ciudad de La Serena y que consiste en 10 islas e islotes, siendo las más importantes y renombradas las islas Damas, Choros y Chañaral. Este posee a una agrupación de 900 pescadores artesanales, pertenecientes a la comunidad de los Choros, que crearon tres áreas de manejo sustentable, siendo la más antigua la de Choriadero, creada 20 años atrás. Esta AMERB posee diversas especies marinas, tanto de flora como de fauna, que ya casi no existen en el norte del país, como por ejemplo la almeja tacón, la cual viene de tiempos prehistóricos. Esta almeja coexiste junto a múltiples crustáceos, peces, delfines, ballenas, pingüinos y múltiples especies que crean un lugar excepcional a nivel mundial, con características ecológicas únicas que son críticas para la salud del océano.

Lo anterior se complementa con uno de los mayores tesoros que posee este gremio de pescadores artesanales: un bosque de huiro y alga palo sano, único en Chile. El huiro es una macroalga que sirve para muchas industrias (cosmética, alimenticia, etc.), pero en su estado natural es un factor clave para la conservación de recursos hidrobiológicos, sirviendo de protección y hogar para distintos seres vivos como la estrella de mar, la Vieja, el pez perro, el pez hacha y diversos crustáceos, entre otros. Por si fuera poco, este bosque de huiro intacto ayuda a que florezcan lugares aledaños, ya que al igual que en tierra, el suelo debe poseer diversos nutrientes y componentes que aseguren un crecimiento sano de las especies. Sin embargo, esta zona está en una amenaza latente. Diversos proyectos mineros se han presentado para operar en las proximidades de esta reserva, los cuales contemplan puertos para el transporte de materiales y minerales, que traen consigo rutas marítimas y contaminación acústica.  Esto eleva los niveles de estrés e interrumpe la comunicación de distintas especies de ballenas y delfines, y con ello, la alimentación y reproducción. Esto supone un cambio en el ecosistema muy grande, así como también repercusiones negativas para los pescadores de la zona.

Por todo esto, las pequeñas comunidades de pescadores artesanales nos pueden dar una señal de cómo empezar a hacer las cosas bien, para poder preservar el océano y su riqueza sin igual. El llamado es a hacer conciencia sobre este extraño y maravilloso mundo acuático (95% sin explorar), el cual es fundamental para nuestra vida. Como dijo la bióloga marina Dra. Sylvia Earle, “Si no hay océanos, no hay vida”. 

Para conocer un poco más de la Gente del Mar que está detrás de estas acciones te invitamos a ver el documental Archipiélago Humboldt, paraíso en peligro, el cual fue creado para el primer festival de cine de vida salvaje y medioambiente de Chile.

Fuentes:

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